EDITORIAL

Ni atajos, ni milagros, ni varitas mágicas

Este fin de semana se celebrará, por fin, la Conferencia de Presidentes y el homenaje a los palmeros presidido por los reyes. La gravedad de la crisis generada por la invasión rusa de Ucrania obligó al Gobierno a cancelar la primera fecha prevista. Aún así, es de agradecer que se haya retomado tan solo dos semanas después, aunque desde el punto de vista de la repercusión mediática estos eventos quedarán previsiblemente engullidos por la actualidad de la guerra.

Como ya sucedió con la primera convocatoria de la Conferencia de Presidentes, las plataformas y asociaciones de afectados por el volcán han hecho un llamamiento a protestar por la lentitud en la llegada de las ayudas.

Teniendo en cuenta las circunstancias que atraviesan muchas de esas personas, es un enfado y una protesta comprensible, a lo que ha contribuido la pésima gestión que se ha hecho con el reparto del dinero donado. Quizás,si esto se hubiese hecho bien y con rapidez, no habría entre los damnificados ese desencanto que produce el haber perdido la fe en que las cosas se van a arreglar y vamos a salir adelante. Y el desencanto lleva primero a la frustración y luego a la rabia. 

Es responsabilidad de quienes gobiernan darles una solución. Hay que hacer justicia social. Pero no existen los atajos, las medidas milagrosas ni las varitas mágicas. Tampoco se puede pedir a las administraciones que articulen medidas que den la respuesta exacta y concreta que cada afectado necesita.

Hay que tomar decisiones con la cabeza fría. Porque lo que se decida y se haga ahora, en caliente, tendrá repercusiones de todo tipo en el futuro. Y entonces no faltarán quienes protesten, y con razón, porque las cosas se han hecho sin orden ni concierto.

Por tanto, no se puede, ni se debe, tratar de gestionar esta crisis en base a las emociones, porque ello llevaría a tomar medidas de efecto cortoplacista que podrían derivar en injusticias o problemas mayores a medio y largo plazo.

Si estamos pidiendo a nuestros gobernantes que aprovechen la situación que ha generado la catástrofe volcánica para “repensar” la isla, para sentar las bases de un nuevo modelo de desarrollo económico, no podemos pretender que eso se haga ni en 6 meses ni en 12. Hay que tomar medidas urgentes, como abrir pistas sobre la lava para retomar las comunicaciones, sí. Y se está haciendo. Hay que rediseñar la red de comunicaciones por carretera del Valle de Aridane, también. Pero eso requiere tiempo y estudios previos, porque lo que hoy se haga seguirá ahí dentro de 40 años.

Hay que darle una solución alojativa a las familias que se han perdido su casa, claro que sí. Esa la medida más prioritaria de todas. Pero las casas no se levantan en unos meses, ni aparecen de debajo de las piedras viviendas sociales que en La Palma no existen, ni se aprueban de pronto todas las revisiones de planes de ordenación que llevan más de una década tramitándose o que llevan años directamente guardados en un cajón. Todo el trabajo que en esta isla no se ha hecho durante décadas de abandono, no podemos pretender hacerlo en 6 meses. 

Somos nosotros mismos, los palmeros y palmeras, los que estamos exigiendo que nuestro futuro se reconstruya sobre una base de paja, concentrados en reclamar medidas para ya, para ahora, para ayer, para volver a estar como estábamos antes del volcán, aunque sea de manera precaria. ¿No vemos la contradicción?

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